En el departamento del Cesar, mujeres de la comunidad y excombatientes trabajan juntas en ‘PonePaz’, una iniciativa productiva de cría de gallinas que fomenta el liderazgo, la autonomía económica y la solidaridad.
“En mi corazón no existe rencor. Ya perdoné. Ahora lo que toca es trabajar en comunidad y conocernos”. Lo dice Kenny, una mujer víctima a la que la violencia prácticamente le arrebató la niñez.
Nació en Manaure Balcón del Cesar, una población al noreste del departamento que fue escenario de las atrocidades de los actores armados y donde todavía quedan algunas huellas de aquellas páginas de la violencia en Colombia.
No hay un solo transeúnte que no se detenga un minuto a hablar con Kenny. Una pregunta, una aclaración. Hasta el estado del tiempo. Ella es una mujer de la comunidad muy conocida por sus vecinos y una autoridad. Y no es para menos. Está en la Junta de Acción Comunal, preside una asociación de cacaoteros y forma parte, también, de ‘PonePaz’, una iniciativa productiva de cría de gallinas ponedoras creada en conjunto con excombatientes de las Farc-Ep, en su mayoría mujeres, que viven en el antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Tierra Grata, en Manaure Balcón del Cesar.
Esta iniciativa surgió de la gestión conjunta del British Council, con su programa ‘Active Citizens’, y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), a través de la estrategia ‘Acciones comunitarias con enfoque de género y derechos de las mujeres’.
Además de fortalecer iniciativas comunitarias productivas y sociales que contribuyan al bienestar de las excombatientes y sus vecinas, la estrategia buscó estrechar lazos de solidaridad en una tierra afectada por la violencia y en donde ahora interactúan seres humanos sin etiquetas.
No fue fácil. Al principio, cuenta Kenny, había recelo, temor y desconfianza. “Cuando comenzamos a conocernos, me di cuenta de que estas personas querían explorar el mundo igual que nosotras. Que detrás de la aparente fortaleza de las mujeres excombatientes, había el mismo dolor”, explica. Después de varios talleres y ejercicios de catarsis, desarrollados durante la estrategia, se han ido construyendo nuevos vínculos que antes eran impensables.
Con el proyecto ‘PonePaz’, las mujeres de Tierra Grata y otros pueblos aledaños han aprendido juntas a criar las gallinas cuyos huevos se comercializan desde marzo en pueblos cercanos y llevan un mensaje de reconciliación en los empaques: el relato de sus historias de vida.
El proyecto consta de 540 aves distribuidas en tres galpones. Uno en Manaure Balcón del Cesar –liderado por Kenny–, otro en San José de Oriente y otro más en el antiguo ETCR Tierra Grata.
Stephanie y Obet también son miembros de este proyecto que involucra, en total, a 17 personas: 16 mujeres y Obet, el único hombre que se unió a la iniciativa. Algunas mujeres pertenecen a la comunidad, mientras que otras son excombatientes o compañeras de hombres reincorporados.
Obet llegó hasta aquí en busca de sus familiares. “Aquí me he sentido muy bien. Hay muchos proyectos y siento que no hay ni resistencia ni estigmatización por parte de las comunidades”, cuenta.
Él tiene la tarea de comercializar los productos de ‘PonePaz’. Las cuentas son favorables: “Nos entregaron los galpones en enero. Cuando las gallinas cumplan 18 meses dejarán de poner, así que tendremos que venderlas. Decidimos que el dinero que nos va a quedar lo vamos a reinvertir para ampliar el proyecto y que sea nuestro sostén económico”, explica, sentado en la terraza de la tienda que administra y que también es una iniciativa económica de autoabastecimiento de los habitantes de Tierra Grata.
Stephanie, excombatiente y madre de dos hijos (una niña y un niño), también está esperanzada en que ‘PonePaz’ prospere y los sostenga a todos. Es bastante lo que ha aprendido sobre la crianza de gallinas, y, en especial, sobre lo que significa ser una lideresa. “Todas las quejas me llegan a mí”, ríe. Está pendiente de que se cumplan los turnos del cuidado del galpón y, en general, de que cada integrante del grupo cumpla con sus obligaciones. Además, intercambia experiencias con las otras mujeres de la comunidad que están al frente de los galpones. Entre todas se ayudan.
“Aquí está mi apuesta: la reconciliación. Por mí y por mis hijos”, concluye Stephanie. Su historia, así como la de Kenny, es ejemplo de liderazgo y empoderamiento. Ellas demuestran por qué #SoyMujerSomosCambio.
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