Mujeres excombatientes de las Farc-Ep y sus vecinas de las comunidades trabajan juntas para identificar las necesidades de sus municipios, proponer soluciones y ser parte de las decisiones que transforman sus territorios.
Las ilusiones y las preguntas que hoy rondan la cabeza de Sandy Vera ya no son las mismas. Cuando dejó su casa y se fue para Villavicencio, buscaba respuestas, lejos de sus raíces, queriendo hallar un futuro incierto, pero promisorio y tentador.
Después de vivir toda una vida en la capital del Meta, decidió regresar a la tierra de sus ancestros –la vereda Buena Vista, en el municipio de Mesetas– y sus interrogantes fueron más ambiciosos. “¿Cómo logramos que el Estado mire hacia nuestras regiones? ¿Cómo desarrollar proyectos viables para contribuir a resolver las necesidades de la comunidad?”, se preguntaba.
Desde que volvió, empezó a convertirse poco a poco en una lideresa: asistía a las reuniones de la vereda, participaba cuando podía, preguntaba cuando no sabía y orientaba a sus vecinos cuando tenían algún problema. Pero sentía que necesitaba aprender más habilidades para trabajar con la comunidad.
Por eso, decidió participar en las capacitaciones de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) y el British Council con su programa global Active Citizens, que comenzaron a dictarse en el pueblo en julio de 2019. Se trata de un proceso comunitario que contribuye al cumplimiento de algunas de las acciones de género consignadas en la política Paz con Legalidad y la Política de Reincorporación de las personas excombatientes de las Farc-Ep.
El proceso se implementó en 10 municipios durante ocho meses entre 2019 y 2020, y reunió a mujeres excombatientes con habitantes de las comunidades aledañas para identificar, juntas, las necesidades y capacidades de sus territorios, y así construir proyectos comunitarios e incidir en la transformación de sus realidades.
“Las mujeres son protagonistas dentro del proceso de reincorporación. Para nosotros es prioridad adelantar todas las acciones necesarias para cumplir los compromisos adquiridos con 3.000 mujeres excombatientes, fortaleciendo sus procesos de incidencia y participación y brindándoles las herramientas para el ejercicio de sus derechos”, señala Andrés Stapper Segrera, director general de la ARN.
Este proyecto, en el que participaron 340 mujeres y hombres, incluyó un proceso formativo y acciones simbólicas para multiplicar los aprendizajes con habitantes de otras comunidades, a través del arte, el deporte y la cultura.
“Las mujeres se capacitaron por medio de la metodología en liderazgo social Active Citizens, que se ha implementado en 77 países, y que en el caso de Colombia nos permitió fortalecer conocimientos y habilidades en temas de género, liderazgo, ciudadanía activa, participación y derechos sexuales y derechos reproductivos”, explica Soraya Colmenares, Directora del British Council en Colombia.
Como producto de esta capacitación, se construyó en cada comunidad una agenda de mujeres, herramienta que consigna las principales necesidades, actividades y propuestas para incidir en la toma de decisiones sobre los procesos, proyectos y políticas que se implementan en los territorios.
“En Mesetas, participamos 26 mujeres y cuatro hombres y nos enfocamos en desarrollar una agenda de mujeres, identificando problemáticas y soluciones, a partir de nuestras capacidades, con el fin de mejorar las condiciones de vida. Aprendimos, por ejemplo, a invertir mejor la plata de los proyectos y a orientarla a algo más provechoso”, agrega Sandy.
Las agendas son diversas. Por ejemplo, el Comité de Mujer y Género de la comunidad de San José de León, en Mutatá, Antioquia, identificó como necesidad “la ausencia de campañas de promoción de derechos sexuales y reproductivos”. Y como soluciones propuso “recopilar un conjunto de materiales y recursos y diseñar una capacitación dirigida a 50 mujeres de la comunidad”.
Además, en cada municipio, las mujeres pusieron en marcha una iniciativa comunitaria productiva o social, a partir de sus intereses, necesidades, capacidades y realidades, con el objetivo de promover el liderazgo colectivo y la construcción de escenarios para la paz y la convivencia.
“Tuvimos la idea de montar un minimercado, pero nos dimos cuenta de que, la verdad, no iba a funcionar. Entonces, por voto popular, decidimos orientar el proyecto hacia lo social e invertir los recursos en mejorar las instituciones educativas de cuatro veredas en Mesetas”, explica Sandy.
Aún falta camino por recorrer. Las condiciones territoriales son complejas, las mujeres vienen de realidades diferentes y deben seguir trabajando para incidir en sus municipios. Pero el proceso tiene grandes logros, como la presentación de las iniciativas de las mujeres del antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Pondores y sus vecinas ante los candidatos a la alcaldía de Fonseca, en La Guajira, o la nueva Casa de la Mujer que se proyecta en San José de León: un espacio de empoderamiento que busca, a partir de tenacidad femenina, fortalecer el desarrollo de la comunidad con base en la reconciliación y la paz.
Son ejemplos que demuestran que cuando las mujeres se unen, hacen historia.
En 10 comunidades se desarrollaron los procesos comunitarios con enfoque de género: